Las Comparaciones con los Demás





Compararse con otros es medir tu vida desde las suyas, sentirte mal por envidia ante el posible éxito de los demás y sufrir por lo que tú no tienes. Compararse con otros es padecer y compadecerse por llevar una vida más aburrida, anodina o absurda que los demás… como si la vida de ellos fuese indudablemente mejor que la tuya. Compararse con otros es tener miedo a que te perciban como fracasado, atormentarse por no causar admiración en los demás y ser relegado a un papel secundario.

Compararse con otros es sospechar y desconfiar, barruntar que los demás han tenido privilegios y atajos que tú no has tenido. Compararse con otros es obsesionarte con la idea de que tus relaciones son un lastre, un peso muerto que te frena y no te permite llegar a ser quién deberías ser. Compararse con otros es acumular ira porque el mundo, tu mundo, no es como debería ser y acabar desenamorándote de él.

Compararse con otros es olvidarse de que realmente ya tienes todo lo que necesitas. Que confundes deseos con necesidades, desorientarte con los elementos accesorios de la vida y descentrarte de los elementos fundamentales. Que no necesitas poseer todo lo que amas, que es mejor navegar que tener un barco. Compararse con otros es desdeñar todo lo bueno que hay en ti, intentando ser quien no eres ni vas a ser nunca. Y eso es un fracaso seguro.

Compararse con otros es perder tu norte, extraviarte en el ruido de la vida y descuidar lo que realmente tiene sentido para ti como brújula infalible que te marque el rumbo, tu rumbo diferente al de los demás porque eres diferente a ellos. Ni mejor ni peor, diferente. La única opinión que debe importarte es la de quién realmente te ame. El único ejemplo que has de seguir es el de aquellos que realmente amen sus vidas. Estás vivo, felicítate por ello.

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